martes, septiembre 08, 2009



Luna Intoxicada


Durante toda la tarde anticipamos el momento de llegar a casa. Con la puesta del sol nos revestimos de una vitalidad extraña y salimos a la calle para colocar fragmentos de nuestra historia en edificios viejos, salones de baile y oscuros subterfugios del mundo nocturno. 

Adornamos sus muros con miradas furtivas, pequeñas discusiones y un deseo enorme y muy mal disimulado. Nuestro amor se toma las cosas con paciencia. Al llegar la madrugada me esperas, pensativo, mientras yo conjuro la nostalgia con jabón y agua tibia. Nos aproximamos despacio, en un cortejo singular y delicado, reconquistando el cuerpo del otro con cada contacto de los dedos. 

Me besas primero lentamente, recordando sabores y texturas, me recorres toda y me retornas al hogar de nuestro lecho mientras yo me sorprendo del calor que generan nuestros cuerpos.

Las arterias se entrecruzan mientras la sangre galopa por las venas. Hacemos el amor al ritmo de las tormentas eléctricas. Entonces nos trasmutamos, intercambiando sudor, saliva y semen hasta no distinguir dónde empieza el cuerpo de uno y termina el cuerpo del otro. 

Con el orgasmo se terminan las fronteras. Las lenguas vuelven a sus recintos en cavidades ancestrales. Estallamos elevándonos por un momento, inmateriales, convertidos en minúsculos fragmentos de nosotros mismos que se elevan encendidos por la luna intoxicada.

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