lunes, agosto 10, 2009

 
 
Inpronunciable



Voy,
bordando tu piel con mis cabellos:
pequeñas manos tubulares,
hebras claras y delgadas
locas de luna llena.
Mis puntadas te caen sobre las cejas,
te dibujan el rostro
en tinta oscura.

Dibujo historias para ti,
pinto en el aire,
las decoro con humo de cigarro
y te voy inventando mundos
verdes o morados,
mundos que te atrapen
aunque sea por un instante.

Acecho desde la penumbra,
tu vocación de hombre enamorado.
Me visto de santa para que me adores
—bendita en los placeres—
y espero a que me enciendas veladoras,
porque tu piel, me redime de pecado,
me retorna a la niñez lejana
de hace veintitantos años.
 
El agua azul de la desgracia
me bautizó hace un tiempo.

Desde entonces,
llevo un nuevo nombre,
impronunciable,
que no es el mío,
pero que escucho y obedezco.

 

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