jueves, agosto 27, 2009


Sed


Me deseas.
Pero siempre
me deseas.

Hay en ti

una sed
que nunca
cede.

Siento tu mirada
recorrerme,
tu mirada húmeda
y ardiente,
como tus labios.

Tus ojos-labios
me recorren,
resbalan por mi espalda,
rodean mi cuello,
trepan por mis senos,
me levantan la blusa,
me quitan cada prenda
hasta dejarme desnuda.

Me toman de la mano
y yo me dejo conducir

dócil

al cadalso
de tu lecho.


Una vez ahí
cierro los ojos
y te entrego
mi cuerpo
para que con él
hagas lo que quieras.

Para que sacies esa sed.

Para que lo uses,

para que tus dedos
ejecuten esa melodía
que se escucha
in crescendo,
cuando tocas el piano
de mi sexo.

Para que seas
mi dueño

y me poseas
sólo entonces,
pues tú sabes
que el resto del tiempo
sólo a mí me pertenezco.

Para que al estar
dentro de mí,
sientas que me rodeas
y después, a mi lado,
me toques y acaricies,
con el brillo en los ojos
del avaro que toca
y acaricia su tesoro.


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