viernes, octubre 02, 2009



Regina contra La Asociación

de Veteranos de América
Lucha a dos Rounds


Riiiing....riiiing.... (suena el teléfono, que en realidad no suena así, pero ésta es la onomatopeya que se utiliza para el sonar de un teléfono y por tanto prefiero utilizar este sonido y no otro.)

Empiezo de nuevo.

Riiiing....riiiing.... (suena el teléfono y veo en la pantalla un número que no reconozco.) Generalmente dejamos que las llamadas de números que no conocemos se vayan al buzón, pero en un impulso, tomo el inalámbrico y contesto. Del otro lado de la bocina se escucha la voz de un vendedor que amablemente y con muy buen Inglés pregunta por Robertou.

Le informo que Robertou no se encuentra en casa e intento despedirme, pero la voz del hombre (¿joven, viejo? imposible saberlo por su tono y timbre) continúa “¿hay alguna esposa en casa?” (¿Alguna esposa? —pienso yo— ¡este tipo tiene que ser mormón y no se ha enterado de que aún entre los mormones se prohibió la poligamia!) Ya con la cresta empezando a causarme picazón, le contesto secamente “sí, hay UNA esposa en casa, la única que tiene Robertou, y usted está hablando con ella, qué se le ofrece” (en esos momentos caigo en cuenta de que el vendedor ha de estar sonriendo  y felicitándose a sí mismo, pues esa línea nunca le falla con las esposas).

“Mi nombre es Michael”, continúa el vendedor, “y esta tarde le estamos llamando para invitarlos a colaborar con nuestra colecta anual a favor de los Veteranos de América”.

Ahora me toca a mí rematar con mi línea infalible: Le contesto con una sonrisa en la voz que lo sentimos mucho, pero que nuestra política es no dar nuestra información de tarjetas por teléfono ni para contribuir a caridades, con el fin de evitar ser víctimas de un fraude, pero Michael, del otro lado de la línea, no se da por vencido y me regresa un “no se preocupe, le podemos enviar nuestra información por correo ¿le parece bien?”, “muy bien” contesto yo apurada por terminar la llamada, “gracias y hasta luego”; pero Michael no suelta presa y continúa, “¿qué paquete quiere que le enviemos, el azul, de 35 dólares, el rojo, de 45 o el dorado de 100?”

En ese momento dejo toda pretensión de amabilidad y le contesto: “Mire, Michael, todo este tiempo he estado tratando de decirle que no nos interesa cooperar. Yo coopero con caridades que necesitan ropa o comida, no dinero. Pero usted no me deja terminar esta llamada y me temo que voy a tener que portarme grosera y colgarle.” Ante mi confesión, Michael inicia su retirada con un “Oh, no, no quisiéramos que tuviera que colgarnos, muchas gracias y que tenga buenas tardes”.

Nos despedimos cordialmente y yo me quedo unos minutos maldiciendo la terrible costumbre que tienen los gringos de utilizar el teléfono como una herramienta publicitaria más.

En eso suena el teléfono de nuevo. Riiiing.... riiiing.... y contesto sin siquiera pensarlo.

Del otro lado de la bocina, una voz masculina con muy buen inglés y un agradable acento me anuncia lo siguiente: “Muy buenas tardes, mi nombre es John y esta tarde le estamos llamando para invitarlos a colaborar con nuestra colecta anual a favor de los Veteranos de América”.

Yo me quedo unos minutos callada tras la bocina, los suficientes para que John comience a repetir “Hello?, hello?” entonces le digo tranquilamente, “Hola John, hace unos minutos acabo de colgar con Michael, un compañero de  su  Asociación”. “Ah, qué bien”, dice la voz del otro lado del teléfono sin poder ocultar su decepción, “¿entonces ya cooperó?”.

Un aire perverso me invade justo en ese momento y le pregunto: “John, ¿usted trabaja en el mismo sitio que Michael? John me contesta que sí, que todos trabajan en un sólo cuarto dividido en cubículos pequeños. Continúo: "Pues ya que usted llamó tan sólo unos minutos  después que Michael, le aconsejo que vaya con él para que  vea con cuánto cooperamos y puedan dividirse la comisión".

John me agradece el consejo y se despide deseándome buenas tardes apresuradamente.

En mi cara queda pintada una pequeña sonrisa por el resto del día.



1 comentario:

  1. acá en el Df también se la pasan jodiendo con publicidad (seguros de vida, sabritas y cuanta tontería te puedas imaginar), pero yo no soy tan amable. Mejor digo: No me interesa no estés chingando. Pero tu relato es de dulce venganza contra John y Michael, ingenioso. Me encanta leerte.

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