sábado, agosto 29, 2009



LO QUE ME DIO LA LLUVIA



Entender el amor,
construir con eso nuestra historia;
escribir con una tinta
que no sea la mía,
ni la tuya.
Escuchar nuestro silencio,
con las manos ateridas de frío
y dormir junto a ti,
sin tocarnos nada más que el alma.
Saber que el día es húmedo
y que en el cielo,
diez helicópteros vuelan
como buitres.
Encontrar la clave del misterio,
descifrar el amor: ese arcoiris percudido.
Conocer mi destino,
que no es otro sino el tuyo: El Destino.
Explicarme por qué lloras junto a mi ventana
y negar lo inevitable,
o decidir que ya no te veré mañana,
ni pasado, y después arrodillarme
ante tu más pequeño gesto.
Entender el amor en este día lluvioso,
cuando estoy sola,
como solos estamos los humanos.
No ser de nadie, no pertenecer a nada
y llorar, llorar despacio,
con un poste como único testigo.
Entender el amor,
tomarlo por los hombros y sacudirlo fuerte,
como quien sacude la desgracia.
Entender el amor,
con la naríz helada
y un hilillo oscuro en la garganta.
Saber que me acerco al fin, irremediablemente:
al único fin que corresponde,
que nos corresponde.
Pero entender el amor,
¿me escuchas?
¿lo comprendes?
¿ves acaso el terror en mis pupilas?
¿Sabes que tiemblo al pensar que no podría...?
que los días amargos,
que la desesperanza,
que casi llego al borde del abismo
y seguramente llegaré, sacrificada.
Entender el amor,
disectarlo-mariposa,
clasificarlo-insecto.
Beber más vino
para no pensar en nada,
y no escribir sino lo necesario.
Sobrevivir apenas,
como las manchas de mis uñas,
como la lozanía que se me acaba,
y los pocos cabellos que me quedan.
Pensar que pertenezco,
y no pertencer a nada.
Abrirme cada noche las heridas
—vampiro milenario—,
beber mi propia sangre, envenenada,
mi sangre anémica
mi sangre-lluvia que se marcha.

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