lunes, agosto 31, 2009

Principios y Finales


La anciana yacía tendida sobre su lecho, rodeada de todas las comodidades  que le podían proporcionar sus hijos. Su cuerpo estaba sobre la cama, ¿Pero dónde estaba Ella? ¿A qué momento de esos cien años de vida había escapado su conciencia? Porque lo que la hacía Ella, esa mujer hermosa  e imponente, terrible, a veces cruel y siempre inexorable, ya no estaba presente en ese cuerpo disminuido por la edad. 

De Ella quedaba sólo la piel blanca y suave, recuerdo de la belleza que algún día fue. Los hijos, nietos, bisnietos y tataranietos de esta legendaria mujer la visitaban día con día, año con año, cada vez más perplejos ante el estado de la Matriarca de la Familia. Parecía estar suspendida entre la vida y la muerte. Cierto, no había muerto a sus cien años, respiraba por sí misma y podía ser alimentada pero, ¿estaba viva?

En la frontera entre el cielo y el infierno, Dios y el Diablo debatían sobre quién debía recibir  a una mujer de carácter fuerte, de esas que suelen causar revuelo donde quiera que van y sobre todo, una mujer que no necesariamente agacha la cabeza y dice sí a todo. Esa mujer era Ella, la misma que,  lanzaba improperios al aire caminado impacientemente de un lado a otro, mientras exclamaba furiosa "¡A ver si se van poniendo de acuerdo de una vez!  ¡No me importa dónde pero me van preparando la habitación que ya me duele la espalda de estar en esa cama! Tenían que ser machos para poner su ego primero que mi bienestar."

En vista de ser regañados como niños, Dios y el Diablo decidieron resolver el problema con una ronda de roca, papel y tijeras.

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